Con la excusa de la colaboración en vídeo, me permito el lujo de "lichear" la entrada de Bab publicada originalmente en TotoVaca
El fin de semana pasado, por motivos que no vienen al caso, visitamos un Centro Médico. Allí conocimos a una serie de personas con problemas físicos y psíquicos verdaderamente graves. Algunos lo llevaban con una dignidad y una aceptación fuera de lo común. Entre ellas, había una joven en silla de ruedas con una enfermedad degenerativa. Es la que me inspiró el relato y el vídeo que siguen a continuación.
Las imágenes del vídeo, tomadas en el patio del Centro, junto con las del principio y final, tomadas en un paseo campestre, se las envié a mi amigo Napi y después de un intercambio muy jugoso de e-mails, se puso manos a la obra para la edición del mismo. Le envié también un instrumental compuesto y grabado para la ocasión.
La foto de cabecera está tomada en un pasillo del centro, con muy poca luz, con disimulo; le puse algún efecto y luego está repintada convenientemente por Mavi, entre otras cosas para cambiar la cara y que no se pueda reconocer.
Veremos que os parece el conjunto: foto/dibujo, relato, video y música.
ESTHER
Era la hora de la comida, el comedor estaba hasta los topes de pacientes en silla de ruedas. Algunos podían apañarse solos para comer, con mucho esfuerzo y artimañas variadas; otros dependían de un ayudante. La cuidadora que le daba de comer a Esther tenía que haber dicho algo muy gracioso porque Esther se partía de risa. Una risa incontenible y casi silenciosa. Salí al pasillo y me senté en un sillón. Al terminar de comer, Esther salió también y al pasar delante de mí en su silla de ruedas, me saludó con una sonrisa que nunca antes había visto. Una sonrisa dulce que venía desde un lugar muy hondo, trágico y misterioso. Luego se paró a mirar por la ventana del patio, las golondrinas iban y venían en el aire y la expresión de su rostro cambió a una especie de seriedad sin expresión o quizá con una expresión desprovista de máscaras, limpia, perdida en un universo que solo ella conoce. Yo la miraba con disimulo para no entorpecer su aislamiento y su pureza.
Salí al patio por una puerta lateral, una brisa muy suave mecía las ramas de los arbolitos y solo se oían los pájaros y el agua de la fuente. En el cielo no había ni una nube. No quise hacerme ninguna pregunta. ¿Para qué?
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