Llegó como broma de mal gusto cuando ya no quedaban más trenes por arribar ¡regalo de dios, en un hogar con doce almas! En principio no se preocuparon de darle nombre porque, siendo tan sumamente encanijao, ni la SeñáNati contaba con que saliera adelante; pero con empecinamiento se hizo ganar el alias de su fallecido hermano mayor y acabó siendo Teíto ¡¡¡¡el asunto prometía!!!!
Tuvo que hacerse un hueco entre dentelladas de hambre calmada con algarroba y sopitas de nada; vio encañonar a sus hermanas algo más mayores en busca de no se sabe qué enemigo de la patria escondido en casa; creció con la maldición de los perdedores y el agravio de un hermano fusilado, otra presa y uno más en el exilio, entre otras lindezas de la vida ¡por mayor antojo del gordo dictador! Posiblemente sean esas las causas del profundo prurito que le producían los salvapatrias y propietarios, capitales y capitostes, alzacuellos y alzar el brazo con el rostro soleado . . .
Entre gambas y atinaos fue venteando su momento ¡allá cuidados los que vengan detrás opinando sobre vida ajena! Usó más labia que un vendedor de feria y mejor actitud vital que un libro de autoayuda. ¡Esta vida es un fraude! Se empeñaba en decir, con sonrisa y socarronería infinita, en sus últimos años (¡y aún no conocía la última ironía!) A tras cartón contaba sobre la jartada de lentejas que le incitaron a comer su hermano y cuñado una noche de fiesta, perdiéndose los manjares de la celebración por el empacho. Y sin solución de continuidad, sin parar de reír, repasaba la tradición artesana de la parte afrancesada de la familia, al servicio de la nobleza allá en la corte, antes de que la reina perdiera la cabeza . . .
Rojo a la fuerza, fue “cristianado” por la puerta trasera en sesión multi-sacramental, pasando a ser de los que esperan fuera en los eventos religiosos ¡por lo que pueda pasar! El día cinco de febrero de 2011 había un asiento a mi lado en el que casi alcancé a verle, hubiera sido mi compañía de no ser por tanto himno que le retuvo dentro . . . muy a su pesar ¡se los sabían enteritos y hasta entonaban y todo! ¡Mira que le gustaba poco esa compañía y fue su postre!
Dicen que, a las puertas del más allá, se oyó decir: ¡¡¡Santa . . . para, que me pasoooo!!!!
“En esta tarde gris” interpretada por Martirio, en memoria de Teodoro Calderón Paniagua
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